martes, 7 de septiembre de 2010

Dinero fácil

Si intentas que tus hijos aprendan y consigan objetivos que les sirvan (o no) de mayores a base de castigos, puede que al principio funcione, pero llega un momento en que deja de ser efectivo y sobre todo, es desagradable para ambas partes. La otra estrategia es incentivar por medio de premios (refuerzo positivo).

Eso es lo que hemos intentado estas vacaciones con Pedro (6 años). Después de varios días con una actitud insoportable, le planteamos que si cambiaba de actitud y se portaba razonablemente bien durante un día entero, al día siguiente le compraríamos el juguete que estaba deseando desde que llegó.

Y dicho y hecho, como tenía un objetivo claro y material a la vista, se portó fenomenal, pasamos un día estupendo sin cabreos, ni enfurruñamientos por cualquier cosa. Todo eran risas y buen rollo. Vamos, un día PERFECTO. Consiguió su premio al que momentos más tarde dejó de prestar la menor atención (y hoy en día convive en un cajón con el resto de juguetes olvidados). ¡Lástima de mundo consumista!

Él, al darse cuenta de que se puede conseguir más portándose bien que mal, nos propuso un trato. Si se portaba bien durante 3 días, quería que le comprásemos una pistola de agua última generación de ¡tres chorros! (era el capricho del momento, al que dos días más tarde le sucedió un megáfono, ¡Dios mío, yo prefería la pistola que es silenciosa!). La pistola en cuestión costaba 6 euros, así que debía conseguir cada día 2 euros por portarse bien (en este punto aplicábamos las matemáticas, vamos, que parecía un plan perfecto). Nos pareció razonable y hasta “educativo” (ilusos de nosotros), pues pensamos que de esa manera sabría valorar el esfuerzo que supone “ganarse” las cosas y el dinero que cuestan.

Y así lo hicimos. El primer día fue bien y se ganó sus 2 euros. El segundo se fue encontrando dinero, primero en una cabina, luego en las máquinas de Internet del hotel (en total consiguió ¡más de un euro!) y ya no se portó TAN bien.

Y al tercer día, toda su obsesión era ir rebuscando por las trampillas de las cabinas y todos los rincones donde intuía que encontraría dinero perdido. ¡Y el tío morro se lo encontraba! Así que el fracaso fue estrepitoso, pues consiguió el dinero por otros medios y encima no aprendió lo que cuesta ganarlo, sino que te lo vas encontrando por ahí de la forma más fácil………

Al final se compró el megáfono. Estaba contentísimo (su madre no tanto). Al grito de “¡Teeeeeeeengo booooooooquerones oiiiiigaaaaa! Pasó una tarde muy entretenida. Al día siguiente, casi ni se acordaba del megáfono. ¡Pierden de inmediato el interés!

Soy de la opinión de que tenemos exceso de cosas (tanto adultos como niños) y por eso, no valoramos en absoluto lo que tenemos. Creo que vamos por el camino equivocado en este aspecto, pero ese es otro tema que ya trataré otro día, a menos que alguien se me adelante….

Por muchos manuales, revistas, consejos de Supernanny y demás zarandajas que leas sobre cómo educar a tus hijos nunca sabes cómo acertar. Así que me voy a preparar unos boqueroncitos que al menos sé que son buenos para mantener a raya el colesterol.
ANA

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